Desde mi punto de vista, el propósito de la VIDA, la vida con mayúsculas, es la evolución, explorar todas las posibilidades y expandir la consciencia. Por lo tanto, el ser humano como expresión de vida tiene este mismo propósito: evolucionar y darle forma genuina a la energía, al amor y a la sabiduría que ya es por naturaleza. En términos generales la vida nos reta a «Ser quienes somos manifestando nuestro máximo potencial».
En términos más concretos nuestra alma, de todas las experiencias posibles a explorar, eligió algunas que tienen que ver con el momento evolutivo en el que se encuentra. Por eso, cuando hablo de propósito vital de una persona, me refiero al llamado de su alma a explorar ciertas experiencias y no otras. Por ejemplo:
- Hay personas que sienten el llamado de hacer una aportación social, ya sea desde la política, desde la ayuda asistencial, desde la transformación, desde atender a las injusticias, o aportar alguna innovación que ayude a la convivencia. Los que construyen y los que aportan tecnología, los curiosos que investigan y descubren.
- Los artistas, diseñadores… que velan por la belleza.
- Los sanadores en cualquiera de sus formas: físicas, emocionales, energéticas.
- Los que cuidan del medio ambiente y de los otros seres vivos.
- Los que exploran el amor desde el equilibrio y los que lo exploran desde el desequilibrio.
- Los que vienen con un propósito de maestría en cualquiera de sus formas: acompañando a niños, enseñando ciertas habilidades o mostrando el camino hacia alguno de los recorridos posibles en esta existencia.
- Los que vienen a crear y los que vienen a destruir.
- Los que vienen a experimentar la injusticia y los que vienen a luchar contra las injusticias.
- Los que vienen a liderar y lo que viene a apoyar.
- Los cuidadores de lo vulnerable y los que vienen a experimentar la máxima vulnerabilidad.
- Los que ayudan a ampliar la consciencia a través de los libros, la ciencia, las terapias, el arte…
- Los que son grandes portadores de alegría, o reflexión, o análisis o sentido común, o ideas novedosas o ejemplos de compasión.
- Los que vienen a experimentar lo simple y la humildad.
- Los que viven la intensidad del dolor y todas sus facetas.
- Los que vienen a experimentar el éxito y el dinero y los que viene a experimentar el fracaso y desde ahí añadir un valor a los demás.
- Etc.
Somos libres de experimentar cualquier cosa en nuestra vida y, si escuchas la voz de tu corazón, podrás apreciar un llamado a realizar algo en concreto que te diferenciará de los demás, a esto es lo que llamo propósito vital.
En la sociedad patriarcal en la que estamos inmersos hay una sobreestimulación por conseguir resultados. Desde mi punto de vista, esto es un error que está provocando la disfunción que la humanidad está viviendo hoy en día. La educación y la cultura predominante premian en exceso «el conseguir»: conseguir las notas adecuadas, conseguir el trabajo deseado, conseguir la casa, conseguir mis sueños, conseguir éxito, conseguir cierto estatus… Este insaciable apetito por «conseguir» es un síntoma de una sociedad enferma y de personas que se han desconectado de su corazón.
El propósito vital no es un resultado a conseguir, es un proceso a experimentar que nos conduce a expresar nuestra verdad y a que nuestra alma aprenda y evolucione. Por eso, el propósito vital ni se descubre ni se consigue, sino que se va haciendo consciente a medida que se va viviendo el proceso de la vida.
Vivir el propósito vital no es una promesa de felicidad al final del camino, es un compromiso de lealtad con uno mismo para vivir la vida propia renunciando a los modelos familiares y sociales impuestos.
Si al lector no le gusta el término propósito vital lo puede sustituir por ser leal a uno mismo. Se ha extendido la idea de que ser leal hace referencia a un sujeto en relación a otro: soy leal a mi pareja, soy leal a mi familia, soy leal a mi patria, soy leal a tal persona, soy leal a unas creencias, etc…
Muchas personas viven estancadas porque son leales a algo que les impide caminar. Romper esa lealtad les produce un miedo terrible que inhibe la capacidad de asumir el riesgo natural que implica el juego vital.
Yo creo que la verdadera lealtad, la que hace evolucionar a una persona, es la lealtad hacia uno mismo: ser leal a mi corazón, a lo que siento, ser leal a mis impulsos, a mis ideas, ser leal a realizar lo que me gusta en la vida. La complejidad de este asunto es que nuestra mente está profundamente condicionada. Muchas personas creen ser leales a lo que sienten y lo único que están haciendo es ser leales a los mandatos familiares y en lo profundo se sienten esclavos de sí mismos. Discernir entre lo que es la verdad de uno mismo y lo que ha sido implantado por educación e influencia social precisa de un profundo y continuo proceso de autoconocimiento.
Si uno es leal a su verdad, el propósito vital comenzará a manifestarse de manera natural, será una consecuencia. Como la fruta madura cae del árbol.
Vivir el propósito vital o ser leal a uno mismo es una invitación a asumir el coraje de experimentar la vida en todas sus facetas, las que nos agradan y las que no, y así, caminar hacia la sabiduría, el amor y la libertad.