Hemos nacido para jugar, lo hemos olvidado y no es casualidad.

Jugar es cualquier actividad que se realiza sin finalidad, sólo por el placer que provoca realizarla. Dentro del sistema de creencias predominante, una actividad sin sentido productivo, es despreciada y en algunos contextos condenada. En torno al placer se ha creado un velo de culpa que seguimos traspasando de generación en generación por inconsciencia.

¿Qué sientes si te digo que has nacido para jugar, que la vida es la oportunidad de experimentar la existencia por el disfrute mismo de existir?

Observa tu sentir y seguramente, en lo profundo, encontrarás alguna resistencia, juicio o desprecio. Si es así, estas viendo la toxicidad que hay en ti de la herencia cultural.

«JUGAR», con mayúsculas, es un mandato evolutivo muy simple y con el propósito de ayudarnos a evolucionar como especie. El mandato de explorar las infinitas posibilidades que ofrece la existencia. El respeto del juego de los niños y la recuperación del juego en los adultos, deberían ser asuntos de prioridad social. Sería así, si caminásemos hacia una sociedad del bien común conformada por personas libres, centradas en su poder y en proceso de realización.

El juego es la experiencia activadora de las capacidades potenciales de las que somos portadores y, el disfrute, es el incentivo para que esta activación se produzca. El juego no pertenece a la especie humana, pertenece a la vida y a su propósito de elevar la consciencia. Es jugando, disfrutando del proceso de vivir, que podemos encontrar el camino de saber quiénes somos en esencia. Mucho del sufrimiento de las personas no es más que la ausencia de la consciencia del disfrute. En este sentido, el sufrimiento es el grito existencial para que aprendamos a liberarnos del sistema de creencias que limitan la expresión libre de nuestro potencial.

La civilización en la que estamos inmersos, regida por un patriarcado en decadencia, sigue haciendo el titánico esfuerzo de minimizar la capacidad de gozar de los individuos. Y en este caso, no me refiero al gozo que produce una fuente externa o un objeto de consumo, sino el gozo que se desvela cuando una persona conecta profundamente consigo misma.

La estructura patriarcal consigue con esto desempoderar a los individuos y concentrar el poder en unos pocos. Y lo hace tal y como se domestica a un animal: premiando los valores de lo que «debe ser» y castigando los impulsos naturales como el de guiarse por el placer, el juego y el disfrute en la toma de decisiones personales, por ejemplo. 

Para no extenderme demasiado dejo la pregunta formulada: ¿Cuánto tiempo se dedica en el sistema educativo predominante a orientar a los niños y jóvenes a escuchar sus impulsos naturales, sus gustos, a conocer sus habilidades y a disfrutar del proceso de aprendizaje? ¿Cuánto tiempo se dedica a que lo niños tomen su poder personal y se les facilite un entorno de libertad para que expresen sus talentos?

Es así, penalizando que las personas se rijan por el principio del placer, que el patriarcado refuerza su poder sobre el individuo. Penalizar el placer, es penalizar la faceta erótico-lúdica que cada persona ya tiene por su propia naturaleza. Y trae como consecuencia un retraso importante en la maduración y desarrollo de las personas. Este déficit de maduración del individuo se expresa en la sociedad en la falta de una consciencia colectiva, en injusticias, en frustraciones que derivan en todo tipo de violencia, radicalismos, nacionalismos, corrupciones, desigualdad, etc.

Creo que para construir una nueva sociedad cada persona debe realizar el trabajo de empoderarse y liberarse del sistema tóxico de creencias que le condena a una vida mediocre. Cuando hablo de recuperar el juego, hablo de esto. Para jugar la vida uno debe tomar su poder y sentirse libre de conectar con su sentir y de expresarse sin miedos. En unos tiempos en que se nos presentan continuamente nuevos retos, el juego y lo que yo llamo la consciencia lúdica, nos prepara para el siguiente paso evolutivo.

¿Estás dispuesto a asumir el riesgo de jugar la vida y abandonar la vida mediocre?

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Enrique Aguilar

Enrique Aguilar

Director de la Escuela. Activador del potencial humano.

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