El entusiasmo es la fuerza que hace que nuestro potencial se exprese. Sin esta fuerza andamos perdidos buscando fuera lo que llevamos dentro en potencia.
El entusiasmo es una fuerza que va de dentro hacia fuera. Es la fuerza de la vida fluyendo a través nuestro, seduciéndonos en todo momento para que seamos creativos, que expresemos nuestras ideas y pongamos en acción aquello que sentimos.
La ausencia extrema de entusiasmo en una persona la llamamos depresión. Esto sucede cuando la persona ha perdido la capacidad de expresar lo que es. Se ha desconectado del flujo natural de la vida.
No vivir conectados al entusiasmo es una anomalía
El entusiasmo y el espíritu lúdico son aspectos de la naturaleza instintiva de todo ser humano. Viene de serie.
El entusiasmo es la fuerza que anima y el juego es la materialización creativa de esa fuerza.
Venimos a la vida con el mandato evolutivo de jugar y de orientar nuestras experiencias hacia lo que nos gusta. Y así se expresó en nuestra infancia temprana. Ahora, como adultos, reconectar con la capacidad de guiarnos por la fuerza instintiva del entusiasmo y tomarnos la vida como un juego, nos conduce a desarrollar nuestros talentos y a llevar una vida más satisfactoria y plena. Desde mi punto de vista, esto sería lo natural.
Sin embargo, la estructura social actual es la expresión colectiva de personas desconectadas de su corazón y desconectadas de su capacidad de disfrutar. Una sociedad de personas que dejan de jugar es una sociedad que empieza a morir. Esta desconexión es una anomalía que nos conduce a la autodestrucción.
- ¿Cómo es que el entusiasmo se va debilitando con el tiempo?
- ¿Cómo se produce la desconexión de esta fuerza?
- ¿Cómo es que no hemos aprendido a escuchar las señales del entusiasmo?
- Y si logramos escucharlo ¿cómo es que no sabemos interpretar sus señales?
Nos educaron para conseguir cosas y ser obedientes
Nos metieron en la cabeza un paquete de creencias orientadas a ser productivos y a conseguir ser alguien en la vida. Y para introducirnos estas creencias, educadores y padres, creyendo que hacían lo mejor para sus hijos, actuaron significativamente en la inhibición del entusiasmo y del juego.
Sin estos recursos instintivos vamos olvidando que hemos venido a aprender y a crear. Hemos venido a jugar esta vida. Cuando olvidamos a qué hemos venido nos sentimos perdidos. Alejados de nuestra esencia, el ser humano, en lugar de aprender y crear, hace lo contrario, sufre y destruye.
Dentro de ese paquete de creencias, el jugar, es cosa de niños. Un adulto serio y respetable no da importancia al juego en su vida. Sin duda, le pasará factura.
¿Quieres recuperar el mando de tu vida? empieza por jugar
La palabra jugar viene del latin «iocari» y significa hacer algo con alegría. La alegría es el estado emocional que nos conduce al aprendizaje. La alegría abre nuestra mente y nuestro corazón para que lo nuevo pueda entrar.
Si en nuestra vida no hay juego no hay innovación. Nos estancamos.
Para recuperar el mando de nuestra vida es imprescindible que tomemos consciencia de las creencias que nos están condicionando. Recuperar el juego acelera este proceso de consciencia y nos prepara para transitar el proceso de liberación de los condicionamientos aprendidos.