Llevo más de 14 años observando a adultos jugar en procesos ludocorporales. Soy testigo de la poderosa alquimia que se produce cuando una persona recuerda de una manera sentida y consciente, que ha venido a la vida a disfrutar del hecho de estar vivo. Es sencillo, y muy profundo a la vez.
Por mis observaciones, me atrevo a decir que la alquimia que produce la recuperación del gozo de vivir es tan poderosa y sanadora como la transformación que se produce cuando una persona vive intensamente el dolor causado por las heridas de la vida. Dos procesos necesario que toda persona debe transitar para desarrollar al máximo su potencial.
Creo que sólo personas que gozan de su vida están en disposición de construir un mundo mejor. Y hay que considerar que para gozar la vida hay que trascender la mentalidad basada en la relación de dominación, especialmente trascender a la jerarquía de la mente racional sobre nuestro lado amoroso e instintivo.
Debemos pasar del «pienso luego existo» al «pienso, siento, hago, luego disfruto de mi existencia»
En los procesos ludocorporales vamos comprobando, cómo a través de la recuperación de la consciencia lúdica o consciencia del gozo, la mente racional dominante pierde fuerza y las dimensiones afectivas e instintivas florecen como fuerzas que llevaran siglos encerradas en la torre del castillo.
Las personas que disfrutan de su vida son positiva y aportan valor a los demás, las personas que sacrifican sus preferencias viven frustradas, son tóxicas y no aportan valor constructivo al colectivo.
La consciencia del gozo de vivir tiene que ver con comprender cómo se cultiva la vibración más alta a la que podemos acceder: La alegría.
Yo distingo entre 4 tipos de alegría:
la alegría del ganar que la llamamos éxito, la alegría del recibir que la llamamos gratitud; la alegría que surge de entregarse a la vida la llamamos entusiasmo; y la alegría auténtica, la alegría serena que procede de conectar con el centro, con la esencia que somos.
Yo entiendo la ALEGRÍA como la BRÚJULA EXISTENCIAL que todos poseemos para orientar nuestra vida por el mejor camino posible. Si lo simplificamos podríamos decir que si siento alegría es que voy por buen camino y si la alegría está ausente debería replantearme mis decisiones y mi forma de vivir. La alegría nos indica el camino, es un buen faro.
Ahora bien, entendamos un poco más de que va esta brújula existencial que, como todo instrumento se debe aprender a manejar:
La alegría del éxito
Lamentablemente es la alegría que se fomenta en la cultura occidental, no es que esté mal ganar y tener éxito, sino que muchas personas viven adictas al deseo del éxito por ignorancia, porque creen que eso es todo. Quieren ganar porque creen que ahí está la felicidad: conseguir la casa de mis sueños, conseguir tal puesto de trabajo, conseguir un estatus, conseguir tener la razón, conseguir que mi equipo de futbol gane, etc… ¿Cuánta energía ponemos las personas de esta sociedad en ganar? Sin embargo, lo que observo es una sociedad enferma. ¿Y por qué se fomenta este tipo de alegría en la cultura y en la educación?
Solo hay que estar un poquito despierto para darse cuenta, se fomenta esta alegría porque es la propicia para un sistema económico y social organizado entorno al consumo. Cuando compramos algo nuevo emerge esta alegría del ganar, hemos ganado un objeto nuevo. Lo que pasa que esta alegría/excitación dura poco. Entonces necesitamos consumir más, más y luego más. Literalmente la búsqueda inconsciente de esta alegría nos está destruyendo.
Existen otras alegría más nutritivas y constructivas que la alegría del ganar que sería interesante que exploráramos conscientemente.
La alegría del recibir
Tan ocupados estamos en conseguir resultados y logros que nos olvidamos de sentir lo que ya tenemos. La alegría del recibir es el sentimiento profundo de ser consciente de las bondades que hemos recibido por estar vivos. Somos miembro de la comunidad viva de este planeta, y esto es una maravilla en sí misma. Formamos parte de una red viva y sin embargo, vivimos como si nos faltara la vida. Sin duda nos hemos perdido.
Podemos sentir la belleza de la existencia, podemos oler las fragancias más embriagadoras, podemos ver los paisajes más hermosos, podemos disfrutar de la sonrisa de un niño, de una flor hermosa, de un gesto amable. ¡Podemos recibir tanto de lo que nos rodea!. Cuando nos abrimos a ello surge la alegría del agradecimiento, este sentimiento que habla de que nos hemos abiertos y hemos sido tocados por la maravilla de la vida en sí misma.
La belleza de la vida siempre está tocando las puertas de nuestro corazón para poder entrar. Sin embargo andamos por la vida con un corazón cerrado porque tenemos miedo de ser dañados.
Para acceder a esta alegría hay que asumir el coraje de sanar las heridas del pasado y decidir conscientemente abrir el corazón. Para ello, es necesario superar la arrogancia y aprender a danzar la energía de la humildad. Entonces podremos salir del sentimiento de carencia y entrar en la abundancia infinita que trae la alegría del agradecimiento.
La alegría del dar
En general, cuando sentimos que tenemos algo surge de inmediato la necesidad de entregarlo. Esta necesidad nos habla de la alegría del entusiasmo. La alegría del entusiasmo se manifiesta cuando podemos dar lo que somos y dar nuestra energía a los demás.
Son dos momentos, primero hemos de conectar con la consciencia de lo que llevamos dentro y nos gusta: me encanta la montaña, me gusta los animales, me apasiona comunicar, me pone ordenar, me es muy fácil y gustoso cuidar… y luego convertir eso que te gusta tanto en un valor para los demás: me entusiasma ser guía de montaña, soy veterinario, me encanta el periodismo…
La alegría del dar se puede expresar en nuestra profesión y, en general, en todas nuestras relaciones con otras personas, otros seres vivos y cosas. Tiene que ver con entregar nuestros dones naturales: nuestros talentos y pasiones.
La alegría auténtica
No es que las demás alegrías sean falsas sino que hay una vibración muy alta que surge de la conexión con nuestra esencia. Es la alegría auténtica porque procede del origen, del yo soy. No tengo muchas palabras para describir este estado de vibración, pero sé que no procede del ganar, no procede el recibir, no procede del dar, surge de la conexión con lo que somos y se manifiesta como una alegría serena y armoniosa que no necesita nada.
Como tú, soy un ser en evolución. Por ahora, voy dejando la alegría del ganar todo lo que puedo. Me siento aprendiz de humildad porque vengo del otro lado. Me entusiasma haber creado el Sistema Ludocorporal a través del cual puedo dar mi creatividad y mi forma de acompañar para que las personas evolucionen. Y alguna vez, he conectado con la alegría auténtica, mi gran brújula para los momentos de oscuridad.
Muchas gracias por leerme
Enrique Aguilar